Habiendo terminado de leer aquel curioso libro, que tanto me había gustado en su historia, pero que me disgusto su final, me decidí a prepararme un plato de lo que fuese comestible que encontrase. En realidad ya me había decidido a hacerlo de antemano, lo que hice fue ir a la acción. Ya me dolía la panza del hambre que tenia, así que me dije “Me preparo unos fideos”. Algo rápido, sin demasiadas vueltas.
Mientras traía a mi cabeza los temas sobre los que iba a reflexionar en mi cena de trasnochado solitario, me acorde que quedaba algo de pollo y arroz del mediodía, los que si me disponía a calentar en el microondas, me iban a dar una cena en menos de cinco minutos.
Si bien yo no estaba apurado, mi organismo no iba a esperar toda la noche el alimento, así que opte por el arroz con pollo en vez de los fideos.
Mientras esperaba que se cumplieran los dos minutos de recalentamiento en el microondas, me detuve a pensar, apoyado en la mesada, mirando al aparato ubicado en la alacena funcionar, con mis brazos cruzados.
Pensé en una sola cosa, en m hambre de ese momento, y en menos de tres segundos, cronometrados por el segundero del microondas, me di cuenta de que, ni aunque me comiera diez platos abundantes como el que estaba calentándose, iba a saciar mi hambre, porque no era hambre de alimento.
Era un hambre muy distinto, pero igual, daba la sensación del hambre que todos conocen.
Pero ese hambre me pedía algo mas que alimento orgánico, biológico. Esto que me pedía daba la sensación de tener mayor relevancia para la vida que la comida.
Muchos lo definirían como hambre de gloria, creo yo, pero no es mi definición favorita y hasta me llega a parecer estúpida, ridícula y un poco altanera.
No, lo que busco y aquello de lo que estoy hambriento, es una razón de existir, algo que me haga temer la idea de morir sin haberlo tenido/vivido.
No obstante, mi siguiente acción fue comerme aquel plato de comida, que se veía mas tentador con el humo que generaba el calor que ahora poseía.
Del Negro Nicolás.
28-04-10 2:10 Hs.

